Más allá de sus historias llenas de acción y tecnología, el ciberpunk plantea preguntas muy profundas sobre lo que somos: nuestra identidad, nuestro cuerpo, nuestra mente, e incluso lo que consideramos “real”. Puede sonar a ciencia ficción, pero muchas de estas preguntas ya son parte de nuestra vida cotidiana, solo que no siempre nos damos cuenta.
¿Qué es real? ¿y si ya vivimos en una simulación?
Una de las ideas más conocidas en el ciberpunk (y popularizada por Matrix) es que lo que percibimos como “real” podría ser una ilusión. Esto viene de un filósofo llamado Jean Baudrillard, que decía que vivimos en un mundo de simulacros —copias de cosas que ya no tienen un original. Por ejemplo: las redes sociales, los filtros, los avatares digitales, los “yo” que creamos online… ¿cuál de todas esas versiones eres?
En el ciberpunk, esta idea se vuelve extrema. Las personas pueden pasar más tiempo en realidades virtuales que en el mundo físico. El “ciberespacio” se vuelve tan importante como la vida real. Y, a veces, más cómodo.
¿Te suena exagerado? Piensa en cómo usamos los filtros de Instagram o en cómo muchas personas se sienten más libres online que cara a cara. ¿Cuál es su “verdadero yo”?
¿Sigue existiendo “lo humano”?
El ciberpunk también nos empuja a preguntarnos: ¿qué significa ser humano? En sus mundos, los cuerpos se modifican con implantes, las conciencias se suben a la nube y los recuerdos se pueden hackear.
Esto conecta con dos corrientes filosóficas:
- Transhumanismo: la idea de mejorar al ser humano con tecnología.
- Posthumanismo: la idea de que tal vez el ser humano, tal como lo entendemos hoy, está quedando atrás.
La pregunta es: si puedes cambiar tu cuerpo, tu mente y tu entorno a través de la tecnología… ¿quién eres?
En Ghost in the Shell, por ejemplo, la protagonista tiene un cuerpo completamente artificial, pero una mente con recuerdos humanos. ¿Sigue siendo humana? ¿o es otra cosa?
¿El género es un software? el cuerpo como identidad fluida
El ciberpunk también ha sido terreno fértil para hablar sobre identidad de género y sexualidad. En estos mundos, puedes cambiar tu cuerpo, elegir tu apariencia, e incluso tener múltiples identidades al mismo tiempo. Esto desafía la idea tradicional de que el género está determinado sólo por el cuerpo biológico.
Una teórica llamada Donna Haraway escribió el Manifiesto Cyborg, donde propuso al cyborg como símbolo de una identidad libre de los límites tradicionales como hombre/mujer, humano/máquina. El cyborg no obedece reglas, no encaja en moldes. Por eso muchas personas lo ven como una figura poderosa dentro del feminismo y la teoría queer.
En el ciberpunk, el cuerpo no es destino: es una elección, una herramienta, o incluso un campo de batalla.
¿Y si nada tiene sentido? el vacío existencial ciberpunk
Finalmente, muchas historias ciberpunk tienen un tono existencialista: los personajes están solos, enfrentando sistemas opresivos donde todo parece controlado por fuerzas inalcanzables (corporaciones, inteligencias artificiales, gobiernos corruptos). No hay “gran propósito” ni promesa de salvación.
Esto no significa que se rindan. Al contrario: la libertad individual, la dignidad, o simplemente el seguir luchando, se convierten en actos de resistencia. Aunque el mundo esté podrido, los protagonistas siguen buscando sentido a su manera.
Como diría el personaje de Blade Runner: «He visto cosas que no creeríais…» Esa escena no es sólo famosa por su estética: es profundamente humana.
¿Por qué importa todo esto?
Porque muchas de estas preguntas ya están tocando nuestras vidas hoy:
- ¿Quién eres en internet? ¿Tu “yo” online vale tanto como tu “yo” físico?
- ¿Y si tu salud, tu trabajo o tu aspecto dependen de tecnologías que no controlas?
- ¿Qué pasa si el sistema absorbe incluso tus ganas de rebelarte?
El ciberpunk no tiene todas las respuestas, pero hace las preguntas correctas.